Pasarán los años como granos de arena,
los pies se extenderán como raíces
al charco más cercano.
Desespera en el vidrio
la tormenta del devenir,
más pesada cuanto menos vives.
Más oscura la corteza cuanto más esperas en la contemplación precoz.
Mirar sin nada que ofrecer,
más que la calma del corazón sordo.
Atenerte a la respuesta:
son los puños con los dientes
y aquella arruga del tímpano hasta la nuca
que escupe cólera
y en ánforas te reserva
la inmundicia de la desgana
la podredumbre de la malicia.
Viaje de ida, y vuelta en cinco segundos.
Llueve ingrávida sobre el polvo
la ajena esencia del reloj.
Camina ligera la brisa, se agita la arboleda;
Gime en soplos el aire, tiritan ramajes y cortezas.
Compiten atortugadas las piedras del camino…
En piano trota la mano sobre la madera del banco;
cierra, abre, ocaso rápido, nada nocturna, y vuelta a empezar: Sol.
Derruye ya la pared del huevo: sé ahora opuesto del espejo.
Piensa:( )-nada- porque la piel te tira hacia el abismo,
cae ya en la importuna calamidad del ingenuo.
Desecha todo, que nada es correcto.
Desengáñate de la sabiduría
que toda es barata, que toda mata al hombre sano.
Enemiga es del hombre que mira al Sol sin altivez, sino de igual a igual.
Enemiga es de la piel helada, del labio descarnado, de la fluctuante sangre.
Enemiga de la daga de tres filos engarzada en el costado que no llegas.
Archinenemiga de aquel ojo que mira sin parpadear porque desea teñir de diamante la llama.
Descansen en el llano que el desierto continúa, dedos musicales
preparen su réquiem si no emprenden el sublime canto de carbón y aguamarina.