Diente a diente se clava la parca conocida,
dueña de mi vida, ejecutora de la orquesta
de turbadora sinfonía.
En el puerto desata los nudos:
estoy en el tumulto del mar abierto;
desde lo hondo mira con los ojos del amor pasado,
del amor latente.
¡Montruo!¡Verdugo! Te insulto, y con algas te escondo,
pero tus ojos traspasan las redes de las deshuesadas palabras.
En la calma del náufrago, pasajero respiro de alivio,
filminas con perdón, con verdades caducas y tristezas acumuladas.
Sumido en esta prisión helada me ahogo en el deseo de liberarme,
siendo al fin Uno, entre tus brazos,tuyo.